Empezaron en un canal marplatense de cable, luego pasaron a uno de aire, más tarde a una señal de cable nacional y por fin a la televisión abierta. Van por la tercera temporada en el 13, haciendo su extraña performance familiar.
No se trata de un ciclo de deportes extremos, pero los conductores son amigos de someterse a las más extrañas travesías, aun a riesgo de llevarse algo más que un moretón. Tampoco es un programa de viajes, pero se muestran los más extravagantes lugares alrededor del mundo. Mucho menos es un ciclo cultural, aunque las costumbres y los ritos de diferentes sociedades, etnias o tribus cumplen un papel fundamental. Y ni siquiera puede considerárselo como un programa de humor, pero no hay duda de que los hermanos Eugenio y Sebastián Weinbaum, además de la mamá Herminia, tienen algo que los hace muy graciosos. Inclasificable televisivamente, no es descabellado pensar que MDQ para todo el mundo es una rara avis televisiva, de esas que no abundan en un medio que tiende a contenidos conservadores o a fórmulas ya probadas. “¿Qué? ¿Qué programa hacemos?”, se preguntan los hermanos, ante la consulta de este cronista. “Nada raro:
simplemente el que nos gusta”, contestan a dúo, con una simpleza que no suena a postura.
Antes de llegar a esta tercera temporada en Canal 13, que se estrena hoy a las 21, la dupla marplatense tuvo que sortear un largo y pormenorizado camino. Cual alumnos aplicados, los hermanos Weinbaum tuvieron que sortear cada uno las etapas televisivas que figuran en el manual: MDQ nació en 1989 en un canal de cable marplatense, luego pasó a Canal 10, después llegó a emitirse en todo el país a través de la señal CableVisión Sports y recién en 1999 arribó a la TV abierta, con una temporada en Canal 9. “Ibamos los sábados a las 14 y nos fue muy bien. Nos hablaban de rating y share, dos palabras que nosotros no sabíamos qué querían decir”, apunta Sebastián, alias Culini. “Todo fue a paso de hormiga”, agrega Eugenio, el mayor de siete hermanos. “Eso nos ayudó, porque tenés más posibilidades de pegarte un porrazo cuando querés saltar cinco metros de una vez a si vas caminando paso a paso: te podés confundir, pero seguís parado en el mismo lugar”, detalla.
–Su llegada a la TV de aire fue lenta, pero segura...
Eugenio Weinbaum: –¡Ojo! Si antes nos hubieran ofrecido estar en el 13, hubiéramos aceptado contentos, pero siempre haciendo lo que nos gusta, no otro programa. De hecho, muchos productores que vieron el programa cuando se emitía en Mar del Plata se nos acercaron para llevarnos a la TV de aire, pero querían que nos pongamos camisa y corbata y conducir en un estudio cerrado. O sea: querían hacer otro programa. Tardamos en llegar a la TV de aire porque no quisimos vender el alma al diablo.
Sebastián Weinbaum: –Nosotros veníamos mal formados, ya teníamos nuestros vicios y manías. Nunca quisimos transformarnos en figuras televisivas. De hecho, pese a que hicimos todos los pasos televisivos, no nos sentimos parte de la familia televisiva. Somos conscientes de que hacemos un programa en la tele, pero nos sentimos de otro palo: hacemos el mismo programa, con un poco más de técnica del que hacíamos en Mar del Plata en los ’90. Nosotros hacemos la nuestra, tenemos un estilo de vida muy distinto al de las estrellas televisivas.
–¿Por eso es que siguen viviendo en Mar del Plata y en MDQ participa buena parte de la familia?
E. W.: –Preferimos la tranquilidad de Mar del Plata al bullicio de Buenos Aires. De alguna manera, el mar es nuestro psicólogo.
S. W.: –La gente de Mar del Plata está contenta, se siente identificada con el ciclo. Está contenta porque le gusta la manera en que representamos a la ciudad, tal vez porque nosotros somos gente común. Saben que hay un cierto respeto por el público, no hay malas palabras, hay humor sano... Y, encima, el programa está hecho en Mar del Plata.
–El espíritu de MDQ no se perdió...
E. W.: –Los marplatenses saben que la peleamos para estar acá. Filmábamos cumpleaños de 15 para comprar los casetes y grabar los programas, laburábamos en familia para abaratar costos... Nosotros nunca transamos. Incluso, en un momento el gobierno de Mar del Plata nos quiso auspiciar, pero como estábamos en contra del oceanario que querían construir y nosotros criticamos eso en el ciclo, vino la municipalidad y nos tiró abajo la casa abandonada de Barranca de los Lobos desde donde salía el programa.... Eso la gente lo valora.
S. W.: –La gente se identifica con nuestra forma de ser. Tenemos una relación de igualdad con el espectador. No hay distancia. La gente nos siente del barrio, de la familia.
–¿Qué cosas cambiaron de aquellos comienzos a esta temporada?
E. W.: –La esencia es la misma. Pero como MDQ no es otra cosa que un espejo de nuestra forma de ser y, lamentablemente, nos fuimos poniendo viejos, el ciclo amplió sus contenidos. Hace 16 años lo más importante para nosotros era el surf, por eso se llamaba MDQ Surf, mientras que ahora pasó a ser MDQ para todo el mundo porque tenemos otros intereses.
–¿Cómo hacían los viajes cuando era un programa de cable?
E. W.: –Antes hacíamos viajes por canje publicitario en el programa, ahora los hacemos... ¡también por canje! (risas). Claro que los lugares a los que vamos cambiaron por la pantalla que nos apoya. No es lo mismo Canal 13 que el cable. El equipo de producción fue siempre el mismo: Culini y yo. Los camarógrafos también: Culini y yo. Nunca cambiamos eso. Lo que se modificó fue el equipamiento técnico.
S. W.: –Ni antes ni ahora paramos en hoteles buenos. Siempre tratamos de viajar por nuestra cuenta e involucrarnos con las tribus o las culturas que queremos mostrar. Muchas veces nos hemos perdido en el medio de la nada, nos enfermamos, nos lastimamos, nos cagamos de hambre... Ahora decidimos no investigar demasiado los destinos, cosa de saber lo mínimo indispensable. Es un riesgo, pero es la única forma de ir a lugares peligrosos. Por eso también viajamos solos, cosa de no tener la responsabilidad de cargar con nadie...
–En conclusión: son dos irresponsables.
A dúo: –Irresponsables, pero no boludos...
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